Un nuevo trabajo, un viaje, una prueba médica importante, el examen que nos abrirá las puertas de un nuevo curso… sucesos cotidianos que nos alteran el ritmo de comidas.
¿Condiciona el estado de ánimo nuestra alimentación? A todo el mundo no le pasa, pero si observamos a nuestro alrededor, un amigo, nuestro hermano, nuestra madre, nosotros mismos cambiamos el modo de alimentarnos en función de las tensiones que acumulamos.
La alimentación es uno de los instintos primarios del ser humano, con ella nos nutrimos, pero también es a través de ella como se manifiestan desórdenes como la anorexia o la bulimia. Sin llegar a estos graves problemas alimenticios, hay momentos en los que modificamos nuestros hábitos en función de nuestra ansiedad.
Ingerimos más o menos cantidad de comida, más dulces o más salados y así aplacamos los nervios frente a una situación que nos desbarata el ánimo.
La alimentación tiene que ver con la nutrición, pero es la conducta alimentaría lo que se altera cuando atravesamos un periodo de mayor nerviosismo. Tiene que ver con comer deprisa, en exceso, en defecto… comer de forma desorganizada, de manera compulsiva.
Hay personas que cuando están tristes comen menos, ‘o no comen. Otras, por el contrario, si subyace un estado de ansiedad o de angustia comen más’. Aunque asegura que no es una conducta que se cumpla siempre.
Alimentación y emoción
La alimentación es el primer vínculo que tenemos con nuestra madre y va muy unida a nuestro primer año de vida. ‘La comida está muy unida a lo emocional y por la alimentación viene dado el vínculo del afecto’ , dicen los psicólogos. En el bebé el mecanismo de succión conduce a la calma, de ahí que comer esté asociado a esa sensación.
Los expertos consideran este tipo de desordenes alimenticios como puntuales. Lo que hay que valorar es si la respuesta se vuelve crónica y preguntarnos: ¿si estoy nervioso como menos o más? A partir de ahí, hay que estar alerta para saber a qué responde ese comportamiento: tenemos hambre o estamos intentando calmar un estado emocional.
Jóvenes afectados
Este tipo de conductas afectan tanto a jóvenes como a adultos, no tiene nada que ver con la edad ¿es una circunstancia que tiene que ver con las formas de autorregulación de cada persona.
Lo mejor es hacer la intervención lo más temprana posible. Quien no ha tenido formas de autorregulación en una primera etapa de la vida, cuando sea adulto dará una respuesta más de tipo oral a problemas emocionales: comer, drogarse, beber. La labor es la prevención: cuándo se come por hambre y cuándo por nervios. ¿Por qué estoy nervioso? ¿Qué soluciono comiendo?
Si una niña descubre que comiendo se calma y fomenta esa conducta, acabará teniendo un problema, si alguien come cuando se aburre, también. ‘Los niños que pasan mucho tiempo delante de la televisión solos tienden a comer de forma compulsiva, porque no prestan atención a la comida’. Son conductas fácilmente detectables y hay que vigilarlas.
Los más jóvenes son especialmente proclives a sufrir este tipo de desordenes. La adolescencia es un periodo sensible. ‘Los padres deberían estar atentos a las conductas alimentarias de sus hijos para que no se hagan crónicas y se conviertan en la única forma de respuesta a un estado emocional’.
Como ejemplo puede servir el hecho de que un niño empiece a pedir golosinas ante momentos que le generen nerviosismo como enviarle a un campamento, un examen, en ese instante hay que entrar en acción, hablar con él, sugerirle que haga otra actividad como correr, jugar, ver una película.
Es el momento de reconducir la situación. A veces utilizamos la comida como una forma de autorregulación emocional y los padres tenemos que saber qué forma tienen de autorregularse y ayudarles a encontrar otra respuesta a esa emoción, los niños no saben discriminar entre hambre y nervios y hay que prevenir desórdenes mayores. Jugar te permite hablar y distrae la emoción.
Puntualmente no es un problema, sólo cuando se convierte en una forma de agresión a uno mismo: frases como estas… Como tanto que me duele el estómago o como no quiero engordar, vomito.
¿Quién puede sobrellevar más la presión, quien por nervios deja de alimentarse o por el contrario quien pica de todo sin parar? ¿Qué queremos: aguantar la presión o manejarla? Para ello hay que tener el mayor número de respuestas posibles. Si no puedes salir a correr, pero momentáneamente te puedes calmar dando un paseo o dejando el trabajo y leyendo otra cosa, hay que hacerlo.
El chocolate o los refrescos de cola junto al café suelen ser unos clásicos en los momentos de estrés. Son todos excitantes, sin embargo, tomar un café en el desayuno es una forma adulta de modificar un estado de cansancio. El chocolate segrega endorfinas que mejoran el estado de ánimo, el cacao en sí, no la grasa que se añade con el azúcar.
Fuente: Diariosalud