Expertos urgen más investigación sobre el posible efecto de los altos niveles de exposición.
Un estudio reciente sugiere que los niños de madres expuestas a altos niveles de campos magnéticos en el embarazo corren un mayor riesgo de desarrollar asma, hallazgos que sin duda alguna reiniciarán la controversia sobre los peligros de salud que los cables de alta tensión y los aparatos electrónicos podrían conllevar.
Aunque el estudio no establece causa y efecto, los investigadores encontraron una correlación potente entre el asma en los hijos y la exposición de las mujeres embarazadas a campos electromagnéticos que emanan de los cables de alta tensión y de aparatos del hogar como las luces fluorescentes, las máquinas de fotocopias, las mantas eléctricas, los microondas y los secadores de pelo.
«Si los CEM [campos electromagnéticos] en realidad aumentan el riesgo como vimos, dada la exposición ubicua a los CEM, el riesgo de salud pública es grave», señaló el autor del estudio, el Dr. De-Kun Li, epidemiólogo reproductivo y perinatal de la División de Investigación de Kaiser Permanente, en Oakland, California.
El estudio aparece en la edición en línea del 1 de agosto de la revista Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine.
Li y colegas dieron seguimiento a los hijos de 626 mujeres embarazadas en el norte de California durante hasta trece años. En el embarazo, las mujeres usaron un medidor durante 24 horas, que midió su exposición diaria promedio a los campos magnéticos. Entonces, la exposición se dividió en tres grupos: baja, media o alta.
Casi 21 por ciento de los niños, o sea 130, desarrollaron asma.
Los niños cuyas madres tuvieron la mayor exposición a campos magnéticos (en el percentil 90 o superior) tenían 3.5 veces más probabilidades de sufrir de asma que los niños de madres con la exposición más baja (en el percentil 10 o inferior), hallaron los investigadores.
Los niños cuyas madres estaban en el grupo medio de exposición a campos magnéticos tenían 74 por ciento más probabilidades de desarrollar asma que los niños de las madres en el grupo más bajo.
Dicho de otra forma, alrededor del 13.6 por ciento de los niños cuyas madres tuvieron la exposición más baja a campos magnéticos tuvieron asma, frente a 20.3 por ciento en el grupo moderado y 33.3 por ciento de los hijos de las madres con la exposición más alta a campos magnéticos.
«Este estudio fue cuidadosamente ejecutado y analizado, y tuvo un hallazgo muy provocador», aseguró el Dr. Jonathan Samet, profesor del departamento de medicina preventiva y director del Instituto de Salud Global de la Universidad del Sur de California, que ha estudiado los efectos sobre la salud de los campos electromagnéticos. «Este hallazgo inicial debe ser replicado. La asociación es firme, y amerita seguimiento».
El estudio también encontró asociaciones potentes entre los CEM y el asma en mujeres cuyos hijos tenían otros factores de riesgo para desarrollar asma, como que la madre tuviera asma o ser el primogénito.
Los hijos de madres que tenían asma y fueron expuestas a altos niveles de CEM tenían seis veces más probabilidades de sufrir de asma, mientras que los hijos primogénitos tenían un aumento de 40 por ciento en el riesgo de sufrir de asma si sus madres se habían expuesto a altos niveles de CEM.
En general, alrededor del trece por ciento de los niños de EE. UU. tienen asma, según la información de respaldo del artículo. La prevalencia aumentó en 74 por ciento de 1980 a 1996. Ese rápido aumento ha llevado a los expertos a buscar exposiciones ambientales que podrían estar contribuyendo al incremento.
Los campos magnéticos son ubicuos en la vida moderna. Cualquier cosa electrónica, como aparatos y cables de alta tensión, generan campos magnéticos. Los teléfonos celulares y otras tecnologías inalámbricas son otra fuente de CEM, aunque en el estudio el dispositivo usado por las mujeres solo podía medir los campos magnéticos de frecuencia más baja, como los de aparatos del hogar y fuentes de electricidad. No podía medir la exposición a campos electromagnéticos de frecuencias más altas provenientes de redes inalámbricas y teléfonos celulares.
Ya hace décadas que se planteó una preocupación sobre los CEM. Investigaciones anteriores han buscado una relación entre los CEM y el cáncer. Pero la mayoría de esos estudios no hallaron una asociación, llevando a que muchos expertos del campo tengan una «actitud desdeñosa» sobre los CEM, apuntó Li.
Entre los más recientes está un estudio suizo publicado en la revista Journal of the National Cancer Institute que concluyó que los niños y los adolescentes no tienen un mayor riesgo de cáncer cerebral por los teléfonos celulares.
Uno de los puntos fuertes del estudio de Li es que es prospectivo, o sea que dio seguimiento a un grupo de mujeres en el tiempo, y midió realmente los niveles de exposición, señaló el Dr. Andrew Adesman, jefe de pediatría del desarrollo y conductual del Centro Médico Pediátrico Steven and Alexandra Cohen de Nueva York, en New Hyde Park, Nueva York.
«Plantea preocupaciones y ciertamente impulsa la necesidad de algunos estudios de seguimiento en esta área», dijo Adesman.
En el estudio, las madres del grupo de mayor exposición tuvieron una exposición diaria promedio superior a dos miligauss (una medida de la potencia de un campo magnético), mientras que las madres del grupo de menor exposición tuvieron una exposición diaria de menos de 0.3 miligauss.
Típicamente, la exposición a campos magnéticos se da en ráfagas, como cuando se usa un microondas. Pero en otros momentos, como durante el sueño, las personas probablemente tengan muy poca exposición a CEM, explicó Li.
El estudio halló que cada aumento de un miligauss en la exposición diaria promedio se asociaba con un aumento de quince por ciento en el riesgo de sufrir de asma.
A pesar de la prevalencia de los CEM, reducir la exposición es posible, alejándose de los aparatos cuando se usan, señaló Li. Por ejemplo, un microondas emite de 300 a 500 miligauss, una medida de la potencia de un campo magnético. Pero alejarse entre 1 y 1.5 metros (de cuatro a cinco pies) reduce la exposición a alrededor de 1 a 2 miligauss, apuntó.
No se sabe por qué los CEM podrían resultar dañinos, aunque estudios animales sugieren que podrían afectar al sistema inmunitario en desarrollo, posiblemente al interrumpir las comunicaciones entre las células.
Una investigación anterior llevada a cabo por Li halló una asociación entre una exposición alta a los CEM en el embarazo y el aborto espontáneo. Las mujeres de este estudio fueron las mismas que participaron en la investigación anterior.
Aunque es demasiado pronto para hacer cualquier recomendación definitiva, Adesman dijo que quizás las mujeres embarazadas deban tomar algunas medidas para limitar su exposición.
«Un hallazgo inicial como este podría no ser suficiente para emitir advertencias de salud pública, pero el sentido común sugiere que quizás la gente y la sociedad deban tener en cuenta las cantidades crecientes de exposición a campos magnéticos que nos rodean a todos», dijo Adesman.
Barbara Grajewski, epidemióloga principal del Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU., aseguró que el estudio es «interesante» y está bien hecho, ya que dio seguimiento en el tiempo a un gran número de mujeres.
Sin embargo, medir la exposición a los CEM apenas un día del embarazo podría no ser suficiente para medir los verdaderos niveles de exposición, y hay muy pocos estudios animales para mostrar cómo los CEM afectan a las células para proveer una explicación biológica de lo que los investigadores observan.
También es posible que otros factores que los investigadores no pudieron tener en cuenta que se sabe afectan el riesgo de asma, como el estatus socioeconómico o la contaminación atmosférica, tengan más que ver que los CEM, planteó.
«No creo que sea una afirmación definitiva y final de que el asma y los CEM están relacionados», apuntó Grajewski, que ha estudiado la exposición a CEM en el lugar de trabajo.
Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare
FUENTES: De-Kun Li, M.D., Ph.D., reproductive and perinatal epidemiologist, division of research, Kaiser Permanente, Oakland, Calif.; Jonathan Samet, M.D., professor, department of preventive medicine, and director, Institute for Global Health, University of Southern California, Los Angeles; Andrew Adesman, M.D., chief, developmental and behavioral pediatrics, Steven and Alexandra Cohen Children’s Medical Center of New York, New Hyde Park, N.Y.; Barbara Grajewski, Ph.D., senior epidemiologist, U.S. Centers for Disease Control and Prevention’s National Institute for Occupational Safety and Health, Cincinnati; Aug. 1, 2011, Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine, online